En el tema de las pizzas, como en el fútbol o en la política, cuando de Roma se trata para nada me muestro indiferente, como buen italiano. Si la urbe romana se divide en lo que a calcio se refiere entre Roma y Lazio (aunque bien es verdad que esa división no es ‘fifty-fifty’ y gana de largo el color ‘giallorosso’), en el tema de las pizzas, en este caso napolitanas (masa fina y crujiente), yo lo tengo claro y entre la guerra interna que suponen para mi esos discos de masa tan apetitosos de La Montecarlo o Da Baffetto, ganan de largo los de esta última.
Bien es cierto que en el origen, el lazo familiar entre los fundadores de La Montecarlo y Da Baffetto, hace que sea difícil decantarse por una u otra, ya que en ambos casos estamos ante dos de los lugares bandera en lo culinario para los romanos.
Situada en Via del Governo Vecchio, muy cerquita de Piazza Navona, sólo basta con contemplar la enorme cola que se monta a las puertas de Da Baffetto (Bigote en italiano) a partir de las nueve de la noche, cuando el cuerpo después de un gran pateo por las mil y una ruinas de Roma pide algo que llevarse al estómago, para darse cuenta de que ese sitio es de los favoritos de los romanos (mayoría en una clara muestra de su calidad) y turistas.
Para mí ir a Da Baffetto más que un ritual es un motivo (y uno de los de más fuerza) para acudir religiosamente (nunca mejor dicho para una ciudad que alberga el Vaticano) a Roma. Y es que nunca fallo en mi cita obligada con esta pizzeria.
El local, antiguo y con decoración típica del folklore de la ‘mamma’ (como me gusta a mi llamarlo ya que encaja a la perfección con mi idea de lo italiano de la calle), no es que invite a aventurarse de primeras en él, bien es cierto. Además, yo no dejaría pasar la oportunidad de asomar la cabeza a su interior y ver el espectáculo de fotos que cuelgan de sus paredes, con ídolos de la Roma, como el mismísimo Francesco Totti, o del Lazio.
Sin embargo, recomiendo, si el tiempo acompaña, tomar sitio (eso sí, después de como mínimo una media hora religiosa de espera en la cola) en su pequeña terraza, donde compartirás seguramente con un romano del lugar o cualquier turista como tú guiado por la recomendación de, posiblemente, la mejor pizza de la Ciudad Eterna.
Pero nada mejor para comprobar la esencia de Da Baffetto que comer. Que mejor que empezar con una ‘bruschette’ (el pan de ajo) y seguir con una de sus deliciosas pizzas (cualquiera es recomendable) acompañado de una jarra de vino blanco de la casa para guardar un recuerdo ya imborrable (y lo mejor, todo ello por unos 15 euros por cabeza).
Sin embargo, no podemos olvidar que en La Montecarlo no sólo podemos degustar sus pizzas, ya que además nos ofrece con buenas cantidades pasta de todo tipo, como sólo nos podemos encontrar en Italia, así como macarrones con tomate o tallarines con pesto y eso sin olvidarnos de sus frituras para compartir ... sobre todo las flores de calabacín.
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