Cuando uno ha ideado bien su viaje a ‘La Gran Manzana ’ en su cabeza permanece incrustado como uno de sus grandes objetivos, como ese ‘Dorado’ que descubrir y conquistar, el mantener ese enfrentamiento de tú a tú con el sandwich Woody Allen y comprobar que su gigantesco tamaño no es más que un ‘mito’ forjado por seres enclenques y sin fuerza que en su vida han sido capaces de tumbar más allá de un mixto.
Situado en la Séptima con la 57, el Carnegie Deli es posiblemente el ‘deli’ (por delikatessen) neoyorquino donde se puede degustar el mejor pastrami de Nueva York. El lugar no decepciona desde que se entra en él. Es totalmente auténtico, con todas las fotos de los famosos que han pasado por él (es un gran entretenimiento perder el tiempo comprobando a cuántos se reconoce). Por si fuera poco sus camareras no tienen desperdició. Yo conocí a dos señoras mayores (por no decir casi ancianas y muy por encima de los tan discutidos 67 años de ahora en España) que allí estaban al pie del cañón para atender todo el comedor y dispuestas con sus grandes carteras para cobrar y poner a buen recaudo su valiosa propina.
Pero no nos vamos a distraer de nuestro objetivo, el Woody Allen. Esa doble montaña de pastrami y de corned beef (carne de ternera que ha sido tratada primero en salmuera y posteriormente hervida en vinagre a fuego lento) montada sobre cimientos de pan no decepciona. Se puede decir que en ese primer cara a cara que se mantiene con él en la distancia según se acerca hacia la mesa ya ha sido capaz de apuntarse el primer ‘round’ y prácticamente hacerte besar la lona.
En ese momento uno se da cuenta de que el ‘mito’ es más que cierto, lo difícil es ver a alguien que sea capaz de ganar ese pulso con tal monumento y no dejar ni rastro en su plato de esa montaña de carne, pero también es verdad que es un sandwich que está muy bueno.
Otra opción recomendable en Nueva York para ir de sándwiches es el Katz, en la East Houston y un establecimiento que data de 1888. Aquí el sandwich de pastrami es más manejable pero también cuentan con un sabor extraordinario y no falta la clásica decoración con sus pepinillos y su salsa agria, que forman parte sin lugar a dudas de la esencia de esta ciudad. Por si fuera poco, y para los cinéfilos, este es el ‘deli’ en el que se rodó la famosa escena del orgasmo fingido de Meg Ryan en ‘Cuando Harry encontró a Sally’, muy recomendable.
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