El dulce olor del chocolate o el sabor de las
mejores cervezas nos sirve para trasladarnos a ciudades de cuento, como todas
las que nos encontramos en una nuestra visita a Flandes, además aderezado por
su legado histórico (en muchos casos compartido con el español). Una de las primeras paradas obligatorias es Brujas,
situada en el noroeste de Bélgica. Y es que si hay un claro ejemplo de ciudad
medieval con encanto ese es el de la 'Venecia
del Norte'. Sus casas del siglo XV y XVI
con sus coloreadas fachadas son el marco ideal para perderse en un viaje al
pasado. Todo ello enmarcado en esos canales que suponen la auténtica savia de
la urbe y que adornan de mayor encanto aún las casas, puentes y jardines de la
ciudad vistos desde el agua (imprescindible por tanto un paseo en barco, eso sí
cruzad los dedos para que no llueva para disfrutar de sus vistas).
Otra de las plazas espléndidas de Brujas es la
del Burg, que alberga el Ayuntamiento de la ciudad desde hace más de 600 años y
es uno de los más antiguos de los Países Bajos y la Basílica de la Santa Sangre , donde
se veneran tres gotas de sangre de Cristo. Además, al lado de la plaza
actualmente se encuentra el hotel Crown Plaza, situado en el antiguo sitio de
la catedral de San Donaciano, cuyos cimientos son visibles entrando a la planta
baja del hotel.
De obligado cumplimiento es el paseo por el
Minnewater (Lago del Amor), en las proximidades de la estación, en un momento
para el romanticismo con sus jardines, cisnes y patos conviviendo entre los
turistas, y el pasear por el Beateario donde, justamente al lado, se puede
disfrutar del silencio y del recogimiento. Unos paseos que deberán ser
aderezados por un buen chocolate o degustando uno de los gofres que se ofrecen
al viajero. Además, los restaurantes de esta zona son muy recomendables, ya que
ofrecen un buen trato y un menú asequible para los turistas.
En Brujas, además, no debes perderte hacer una
visita a la cervecería donde se fabrica la ‘Brugse Zot’, una cervecería espectacular y que desde la parte alta nos ofrece de las mejores vistas de la
ciudad. Aderezada con unas buenas patatas fritas, típicas del país que incluso
cuenta en la ciudad con su ‘Museo de la Patata frita’ y también, si la agenda lo permite, se puede visitar el ‘Museo del Chocolate’.
GANTE, LA CUNA DE CARLOS I.
Para proseguir el recorrido por Flandes, Gante
es la siguiente parada marcada en el calendario. Situada entre la confluencia
de los ríos Escalda y Lys, la ciudad natal del rey español Carlos I tuvo un
pasado de gran esplendor impulsado por su importancia comercial que le llevó a
rivalizar con la mismísima París como principal metrópoli europea. Lejos de
esos mejores tiempos, Gante ha sabido adaptarse a la perfección a la actualidad
y supone todo un museo al aire libre. Y es que es difícil encontrar un lugar
con más monumentos y edificios históricos tan cercanos como en el casco antiguo
de esta ciudad. Gante es un cóctel donde cabe de todo y bien.
Obligada es la foto desde el puente de San
Miguel, desde el que se admira la famosa línea de torres: El Campanario
Municipal, la Catedral
de San Bavón y la Iglesia
de San Nicolás. El Campanario Municipal es el orgullo símbolo del sentido de la
independencia gantés, y desde los 95 metros de altura de su torre un dragón vela
por la ciudad desde 1380. Por su parte, la Catedral de San Bavón atesora en su interior la
mayor joya de Gante, ‘La adoración del Cordero Místico’.
El extraordinario políptico de los hermanos Van
Eyck, una obra maestra de la pintura medieval, sobrevivió a los iconoclastas,
fue exigido por Napoleón y llevado a París de donde salvó de ser quemado, y
requisado por la Alemania
de Adolf Hitler, que veía en él poderes oscuros. Finalmente, la Iglesia de San Nicolás,
que ha sobrevivido a dos incendios, ofrece un bello ejemplo del gótico.
Pero no se puede ir uno sin alejarse del centro
de la ciudad, cruzando el puente de los Decapitados, para visitar el Castillo
de los Condes, una fortaleza con sus mazmorras y un museo de instrumentos de
tortura que permite desde sus torres una vista de la ciudad desde diferentes
ángulos. Y por cierto, ¿sabéis que hay un Manneken Pis también en la ciudad?
¿Os atrevéis a encontrarlo?
Muy recomendable para comer es buscar una cadena de restaurantes que se llama Amadeus, que también se encuentra en Amberes y en Bruselas. Un establecimiento en el que por 16 euros (no incluida las bebidas) se puede disfrutar de ‘barra libre’ de costillas, que viene bien cuando el turista está hambriento… Eso sí, aviso que los horarios en Bélgica difieren un poco a los de España, ya que la mayoría a las 14.00 horas ya no sirven comidas…
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