Marrakech, la ciudad rosa, la perla del sur o la ciudad de las mil y una noches, así la califican, sabiendo de la magia que desprenden sus plazas y callejuelas escondidas en el zoco y es ahí donde curioseando entre puesto y puesto te invitan a una de las ceremonias más habituales en suelo marroquí: la del té.
Y es que el té verde o de menta es toda una institución, así que si regateando en el zoco, el vendedor te ofrece uno no lo desprecies y vive una nueva aventura porque para la cultura bereber el té de menta es un signo de amistad y se ofrece como señal de tener una buena negociación.
Una experiencia única, sentados desde el Cafe France, situado en una esquina de Djema el Fnaa, aparece como el lugar ideal para descansar de un largo día de turismo por la ciudad y vislumbrar la plaza, los tejados marroquíes, las miles de parabólicas, mientras saboreas un té y ves cómo el cielo va tomando unas tonalidades rojizas, incomparables, que te llevan a revivir las mil y unas noches.
No sólo el Café de France, muy cerca y en la misma plaza también puedes optar por Las terrasses de l'Alambra, o el Café Glacier, tres escenarios únicos para disfrutar de cómo los últimos rayos de sol caen sobre una plaza, que empieza a iluminarse al ritmo de cuentacuentos, sacamuelas o de tatuajes de henna.
Sin embargo, en la ciudad rosa no te puedes perder la experiencia de tomar un té en una de las terrazas que dan a la plaza de Djema el Fnaa y disfrutar de un espectáculo único cuando el sol se empieza a esconder por detrás de la Koutubia y se escuchan los sonidos del 'adhan', llamando a la oración a los fieles, que acuden sin dilación a la mezquita más cercana.