Este 25 de julio es la fiesta de Santiago. Pero Santiago el Mayor, el patrón de España, para no confundir con el otro Santiago, el Menor o Santiago el Alfeo. Tanto para los que crean como para los que no, hay que reconocer que el fenómeno de Santiago ha trascendido más allá de lo religioso y espiritual para convertirse en todo un fenómeno sociológico cuyo germen parte del Camino de Santiago o Ruta Jacobea, sin lugar a dudas el primer gran reclamo turístico de la historia de un país como España, que luego ha sabido vender a la perfección sol, playa y fiesta. Y es que desde que, con el descubrimiento de la tumba del apóstol como llamada de atención, peregrinos de todo el mundo comenzaran a hacer camino hacia Santiago de Compostela, se puede decir que no ha habido mejor seña de identidad para dar a conocer España que ésta.
Incontable la cantidad de peregrinos que año tras año recorren esos caminos en busca de la soñada meta de llegar a la plaza del Obradoiro para poder ir al encuentro del Apóstol Santiago y fundirse con él en un abrazo tras un largo caminar por senderos. Por no decir como esa cifra se multiplica en los Años Jacobeos, considerados desde que en 1122 el papa Calixto II los instituyera como así a todos aquellos años en los que la fiesta litúrgica de Santiago coincide con el día de domingo. El último fue el año pasado, por lo que habrá que esperar para el próximo año jacobeo hasta el 2021.
El Camino de Santiago sin lugar a dudas debe ser toda una experiencia desde lo espiritual, a la amistad (no hay posiblemente mejor manera de hacer buenos amigos que en el sufrimiento) y, especialmente, en lo gastronómico, con un recorrido por la mejor cocina de España. Yo reconozco que es una de las cosas que tengo pendientes de hacer y que, sin lugar a dudas, algún día caerá.
Pero de lo que si que puedo hablar es de la meta: Santiago de Compostela, una ciudad bonita y especial como pocas. Santiago de Compostela ha sabido crecer alrededor por y para su catedral y el Camino de Santiago, lo que la ha convertido en uno de los más importantes puntos de peregrinación cristina, junto con Jerusalén y Roma.
Su Catedral, con ese Pórtico de la Gloria del maestro Mateo que es toda señal de victoria para buen peregrino, unido a ese ambiente estudiantil de la ciudad, con una Universidad de más de 500 años de historia, hacen de la ciudad un lugar sin igual.
Si uno quiere respirar el ambiente del peregrino sentado en una mesa, que mejor que ir a Casa Manolo. Situado en un lugar privilegiado del casco antiguo (Plaza de Cervantes) es el típico restaurante donde se come muy bien a un precio más que aceptable. Sobre una carta con diez primeros y segundos a elegir, las abundantes raciones sirven para llenar el estómago del peregrino o viajero, que llegan con los pies casi descalzos y llenos de ampollas para dar fe de la buena comida del lugar como unos buenos pimientos de padrón.
Otra opción para conocer de primera mano el Santiago de Compostela de fiesta es embarcarse en la ruta París-Dakar. Para ello además no hace falta ni coche ni moto y por unos 20 euros en el bolsillo es más que fácil intentar ir de la salida a la meta. Esta es una costumbre de los estudiantes y se trata de una ‘ruta de bares’, con más de dos décadas de tradición, que lleva en su ‘complicado’ recorrido (recomendable además no conducir después) por los bares de la Rúa do Franco y A Raiña –empezando en el bar París y llegando a meta en el bar Dakar-.