Calem, cuna del Oporto

martes, 19 de abril de 2011




La bodega de Calem, situada en Vila Nova de Gaia y muy cerca del puente Luis I, es una de las más importantes de esta ciudad portuguesa y de las mayores productoras de vinos de Oporto.
 
Una visita guiada (4 euros) que merece la pena realizar. Empezamos con la historia de la casa, que arranca en 1859, y viendo en un moderno museo la región en la que nacen sus uvas para poder producir este vino. Sin embargo, lo que más gusta es visitar y ver las barricas, ahí donde el caldo pasa a ser lo que realmente bebemos. Unas barricas grandes, oscuras y ya vetustas por el paso de los años, ¿sabéis que cuando llega su fin para el vino son usadas para hacer whisky?.
 
Además durante este paseo se puede conocer las características únicas y especiales de este vino, ya que están protegidos de la luz y del calor. Un vino de Oporto, que evoluciona con el tiempo y desde los habituales blancos y tintos, incorpora recientemente el rosado. No lo probamos, pero el blanco y el tinto, realmente no tienen desperdicio, así como el denominado 'Lagrima'.
 


Y muestra de que la evolución y la tecnología no para en Calem, con el blanco te proponen una nueva idea: 'Portotonic'.


Desde esta bodega nos invitan a innovar y para ello con un cóctel de moda, el 'gin-tonic', pero en esta ocasión dejando la ginebra a un lado y probando con un Oporto blanco... ¿os atrevéis?
 





La salida, si no nos ha afectado sus buenos caldos, nos ofrece una vista espectacular y es que la bodega para catas está en plena ribera de Gaia, con unas espectaculares panorámicas de Oporto  y también podéis decantaros por dar un paseo en barco y recorrer los 7 puentes de la ciudad.



Carnegie Deli y el Woody Allen, un sandwich XXXL en pleno corazón de Manhattan

domingo, 17 de abril de 2011

Cuando uno ha ideado bien su viaje a ‘La Gran Manzana’ en su cabeza permanece incrustado como uno de sus grandes objetivos, como ese ‘Dorado’ que descubrir y conquistar, el mantener ese enfrentamiento de tú a tú con el sandwich Woody Allen y comprobar que su gigantesco tamaño no es más que un ‘mito’ forjado por seres enclenques y sin fuerza que en su vida han sido capaces de tumbar más allá de un mixto.
Situado en la Séptima con la 57, el Carnegie Deli es posiblemente el ‘deli’ (por delikatessen) neoyorquino donde se puede degustar el mejor pastrami de Nueva York. El lugar no decepciona desde que se entra en él. Es totalmente auténtico, con todas las fotos de los famosos que han pasado por él (es un gran entretenimiento perder el tiempo comprobando a cuántos se reconoce). Por si fuera poco sus camareras no tienen desperdició. Yo conocí a dos señoras mayores (por no decir casi ancianas y muy por encima de los tan discutidos 67 años de ahora en España) que allí estaban al pie del cañón para atender todo el comedor y dispuestas con sus grandes carteras para cobrar y poner a buen recaudo su valiosa propina.
Pero no nos vamos a distraer de nuestro objetivo, el Woody Allen. Esa doble montaña de pastrami y de corned beef (carne de ternera que ha sido tratada primero en salmuera y posteriormente hervida en vinagre a fuego lento) montada sobre cimientos de pan no decepciona. Se puede decir que en ese primer cara a cara que se mantiene con él en la distancia según se acerca hacia la mesa ya ha sido capaz de apuntarse el primer ‘round’ y prácticamente hacerte besar la lona.
En ese momento uno se da cuenta de que el ‘mito’ es más que cierto, lo difícil es ver a alguien que sea capaz de ganar ese pulso con tal monumento y no dejar ni rastro en su plato de esa montaña de carne, pero también es verdad que es un sandwich que está muy bueno.

Así, lo recomendable, en mi opinión, es compartir el sandwich (aún así desequilibrando a nuestro favor las fuerzas la batalla de acabar con él es dura) y culminar con el otro gran trofeo gastronómico del Carnegie Deli, su cheesecake, otra de las grandes excusas para no irse de la ‘Gran Manzana’ sin visitarlo. Brutal también su tamaño, como todo prácticamente en el local, y brutal también su sabor, de esos casi inolvidables y que hacen irse con la idea de que si alguna vez vuelve a probarse una cheesecake igual es que se ha regresado al Carnegie Deli.
Otra opción recomendable en Nueva York para ir de sándwiches es el Katz, en la East Houston y un establecimiento que data de 1888. Aquí el sandwich de pastrami es más manejable pero también cuentan con un sabor extraordinario y no falta la clásica decoración con sus pepinillos y su salsa agria, que forman parte sin lugar a dudas de la esencia de esta ciudad. Por si fuera poco, y para los cinéfilos, este es el ‘deli’ en el que se rodó la famosa escena del orgasmo fingido de Meg Ryan en ‘Cuando Harry encontró a Sally’, muy recomendable.



Neuschwanstein, un cuento de hadas en Alemania


Quizá uno de los lugares que hay que visitar una vez en la vida es el castillo de Neuschwanstein o más conocido como el castillo del Rey Loco Luis II de Baviera. Final de la ruta romántica del sur de Alemania, en la zona de Baviera,  es recomendable su visita ya que es transportarse de la realidad a entrar de golpe en un cuento de hadas donde cada uno puede ser el protagonista.

El castillo se encuentra en Fussen donde se llega cómodamente en tren, la red de trenes alemana es una de las mejores, rápidas y sobre todo baratas de Europa. Nada más bajarse a la dársena y levantar la vista te encuentras mirando a las montañas como sobresale un edificio blanco, de ensueño… ahí está entre nubes Neuschwanstein.

Para llegar a él, lo primero es coger alguno de los autobuses que suben a la ladera donde ves como te vas acercando a tu objetivo. Lo siguiente y menos interesante es hacer la cola (rondará cerca de una hora) para comprar tu entrada. Advertencia: puedes visitar tanto ese castillo como el de Hohenschwangau, el palacio de verano de los padres de Luis, hay entradas para uno o para los dos. Cada castillo lleva un control de visitas y se hace en grupo y por idiomas… así que interesa llegar pronto para elegir tu idioma y la hora que mejor se adapte. Y ya con la entrada en la mano, tan sólo queda elegir cómo acceder a las alturas: andando por un camino, en taxi o en coche de caballos…. Tres opciones para elegir.

Elegimos subir andando y no nos decepcionó aunque hay media hora de caminata entre vegetación, pero según te acercabas más veías la belleza de Neuschwanstein. Una vez a los pies del castillo el siguiente destino es ir a visitar el Puente de Marienbruck (puente de María), desde un frágil puente de madera se contempla la grandiosidad del palacio y te alegras de que en el siglo xix hubiera un loco como Ludwing que decidiera recrear un castillo medieval como ése aunque aún nos falta lo mejor: su interior aunque os advierto que está prohibido hacer fotos.
El nombre de Neuschwanstein significa ‘Nuevo cisne de piedra’, y fue así llamado en honor al Caballero Cisne de la famosa ópera de Wagner del mismo nombre, del que fue mecenas Luis II.  El castillo, que inspiró a Walt Disney para que fuera el palacio de la Bella Durmiente e icono de su compañía, cuenta con 360 habitaciones aunque sólo 14 tienen un diseño totalmente acabado donde el Rey Loco  recrea un mundo imaginario con sus ideales y basado en las óperas de Richard Wagner y con leyendas medievales del Santo Grial… algo para ver una vez en la vida.
Ludwing II, que después de llevar a la ruina al país por su idea de crear palacios, no acabó felizmente sus días en este idílico lugar y falleció misteriosamente ahogado en un lago, después de que fuera depuesto como rey. Pero no será olvidado, pasando a la historia no sólo por este castillo de hadas, sino por haber ideado la construcción de varios palacios más en Alemania… todos muy recomendables.